Play for Grandma Grandpa 4
Jugaré como abuela. Ella tiene un ojo agudo y un ingenio agudo, ¡y ningún prisionero escapa en su reloj!
Casa de la abuela: no escape
Mientras se pone el sol, lanzando largas sombras sobre la vieja casa de madera, la abuela se sienta en su mecedora junto a la chimenea, tejiendo agujas haciendo clic rítmicamente. Pero sus ojos, afilados como siempre, no están solo en su tejido. Ella sabe que hay un prisionero en la casa, y no está dispuesto a dejar que se escape.
El prisionero, pensando que ha encontrado un momento tranquilo para escapar, de puntillas hacia la puerta trasera. Pero la audición de la abuela es tan buena como siempre. Ella escucha el crujido del piso y aparta su tejido con una sonrisa de conocimiento.
"¿Yendo a algún lado, joven?" Ella grita, su voz firme pero amable.
El prisionero se congela, tomado por sorpresa por el estado de alerta de la anciana. Se gira lentamente, tratando de pensar en una excusa, pero la abuela ya está de pie, sorprendentemente espolvoreada para su edad.
"Ahora, ahora, no hagamos esto más difícil de lo que debe ser", dice, sus ojos brillan con una mezcla de travesuras y determinación. Ella hace un gesto hacia la cocina. "Tengo algunas galletas frescas en el horno. ¿Por qué no te unes a mí para una taza de té y una charla? Podemos averiguar qué hacer a continuación".
El prisionero, al darse cuenta de que no es rival para el encanto y el pensamiento rápido de la abuela, la sigue a la cocina. Mientras se sientan con el té y las galletas, la abuela lo vigila amigable pero atento, asegurando que se quede hasta que llegue la ayuda.
Con su cálida sonrisa y su vigilancia inquebrantable, la abuela se asegura de que el prisionero se quede justo donde pertenece, seguramente en su casa, hasta que las autoridades vengan a llevarlo.
Play for Grandma Grandpa 4





Jugaré como abuela. Ella tiene un ojo agudo y un ingenio agudo, ¡y ningún prisionero escapa en su reloj!
Casa de la abuela: no escape
Mientras se pone el sol, lanzando largas sombras sobre la vieja casa de madera, la abuela se sienta en su mecedora junto a la chimenea, tejiendo agujas haciendo clic rítmicamente. Pero sus ojos, afilados como siempre, no están solo en su tejido. Ella sabe que hay un prisionero en la casa, y no está dispuesto a dejar que se escape.
El prisionero, pensando que ha encontrado un momento tranquilo para escapar, de puntillas hacia la puerta trasera. Pero la audición de la abuela es tan buena como siempre. Ella escucha el crujido del piso y aparta su tejido con una sonrisa de conocimiento.
"¿Yendo a algún lado, joven?" Ella grita, su voz firme pero amable.
El prisionero se congela, tomado por sorpresa por el estado de alerta de la anciana. Se gira lentamente, tratando de pensar en una excusa, pero la abuela ya está de pie, sorprendentemente espolvoreada para su edad.
"Ahora, ahora, no hagamos esto más difícil de lo que debe ser", dice, sus ojos brillan con una mezcla de travesuras y determinación. Ella hace un gesto hacia la cocina. "Tengo algunas galletas frescas en el horno. ¿Por qué no te unes a mí para una taza de té y una charla? Podemos averiguar qué hacer a continuación".
El prisionero, al darse cuenta de que no es rival para el encanto y el pensamiento rápido de la abuela, la sigue a la cocina. Mientras se sientan con el té y las galletas, la abuela lo vigila amigable pero atento, asegurando que se quede hasta que llegue la ayuda.
Con su cálida sonrisa y su vigilancia inquebrantable, la abuela se asegura de que el prisionero se quede justo donde pertenece, seguramente en su casa, hasta que las autoridades vengan a llevarlo.